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¡Otro artículo sobre Chat GPT, no por favor!

¡Otro artículo sobre Chat GPT, no por favor!
Photo by Eric Krull / Unsplash

Como no podía quedarme al margen del bombo que ha generado Chat GPT, toca escribir sobre su impacto en la filosofía.

Dicen -no lo he probado- que esta tecnología puede generar textos (ensayos, artículos, blogs, emails,...) impecables sobre cualquier tema al punto en que los profesores académicos están preocupados, porque parece imposible distinguirlo de un escrito hecho por un ser de carne y hueso.

La tecnología (que me niego a llamarla Inteligencia) tendría de este modo un impacto negativo en el aprendizaje superior de los alumnos, quienes la utilizan para facilitar su rendimiento. El plagio 2.0 y la crisis de la educación.

Por supuesto, no todos se compran el discurso tecnoptimista y el aura de miedo que rodea el lanzamiento de una herramienta que a todas luces será el reemplazo de las búsquedas por internet.

Pero, ¿podrá reemplazar esta tecnología al filósofo como dicen que va a hacerlo con otras tantas profesiones que trabajan con información?

Me parece que desde el punto de vista de los materiales con los que trabaja el filósofo -ideas, origen textual e histórico de las ideas, relación entre las ideas, argumentación-, Chat GPT es otro estadio, luego de Wikipedia y Google, en la desmitifación de un cierto tipo de filósofo: el erudito.

Gracias a que están diseñadas para organizar grandes cantidades de información, ya desde Wikipedia estas tecnologías habían matado el aura y la admiración que despertaban los filósofos eruditos cuando citaban obras extrañas, autores poco leídos, ediciones difíciles de encontrar, fechas remotas e inciertas, una cita apócrifa o una línea recóndita.

Todo eso estaba a una búsqueda de distancia que le permitía a cualquiera comprobar esa enrevesada información. La nariz respingada ya no surtía el efecto de antes, ni en la sobremesa ni en la conferencia.

El no-filósofo estaba por fin igualado con el filósofo en esta dimensión del conocimiento.

Chat GPT, por consiguiente, va a ser la lápida de la erudición que sólo tenía valor cuando el acceso a la información era escasa y tenías que acudir a una biblioteca de una gran universidad, y sumergirte en un sin fin de libros, para acceder a ella para luego organizarla y presentarla en un escrito. El lado bueno de Google Books.

Así, el impacto positivo de esta tecnología para la filosofía es que permite quitarle los aspectos accidentales para quedarse sólo con lo esencial. La erudición es sólo uno de esos aspectos prescindibles que podían servir de adorno, pero no constituían su núcleo.

La confusión radicaba en tomar la cantidad de información y su organización necesaria -donde jugaba el filósofo erudito del siglo XIX y XX- por la sabiduría a la que aspira por vocación, perspectiva que se resume en una frase de Platón:

“si es posible que un hombre lo sepa todo” (Sofista 233a, 232b-e)

Más adelante, el maestro aclara a lo que se refiere con "todas":

"Me refiero a todas las cosas: a tí y a mí, y, aparte de nosotros, a los otros seres vivos y a los árboles" (Sofista 233e)

El argumento acostumbrado para descartar la posibilidad de saberlo todo apunta a la acumuluación relativa del conocimiento. Como en tiempos de Platón y Aristóteles no se sabía mucho y las ciencias estaban en pañales, era esperable que un sabio se definiera por saberlo todo, ya que bastaba que leyera un par de papiros y con eso estaba listo. Pero como ahora la acumulación de conocimiento gracias a la especialización de las ciencias es inconmesurable, es imposible que un solo individuo pueda saberlo todo.

Por el contrario, debido a que las tecnologías actuales superan a la inteligencia humana en capacidad y potencia de cálculo que les permite almacenar y organizar una gran cantidad de información, la "Inteligencia Articificial" estaría por eso mismo destinada a reemplazar a su creadora.

Pero no es a la cantidad de información a la que se referían los maestros griegos cuando decían que aspiraban a saberlo todo, sino a la intensidad de ese conocimiento.

Decía Aristóteles:

"que el sabio lo sabe todo en la medida de lo posible, sin tener la ciencia de cada cosa en particular" (Met 982a6-8)

Mi profesor de filosofía, Juan Antonio Widow, a propósito decía en clases: "no se trata de saber muchas cosas, sino saber mucho de todo".

Esto describe la mirada del filósofo y su manera de abordar el saber. La clave está en que "no tiene ciencia de cada cosa en particular" sino que su conocimiento se aproxima de manera universal a todas las cosas en aquello que tienen más profundo: el ser.

Se trata de un conocimiento intensivo, donde nada queda excluido de la mirada del filósofo. Su aspiración es lograr un conocimiento articulado y sistemático sobre el ser de las cosas.

En esta tradición se llamaba inteligencia a esta capacidad humana. Pero si hoy se llama inteligente a una tecnología es porque ya se ha tomado una decisión a favor de la cantidad en vez de la cualidad del saber.

La reducción del mundo a datos.

En cambio, si pones todo el foco de tu atención en el ser, de pronto descubriás una profundidad insospechada que no se encuentra en ninguna de las ciencias ni menos aún en la erudición.

Por eso, cuando los filósofos se olvidan de esta verdad esencial, lo que queda esperar es la disolución de la filosofía en una especialización inabarcable y un complejo de inferioridad ante las ciencias positivas.

¡Menos mal que llegó Chat GPT!