5 min read

Piensa el mono desnudo

Piensa el mono desnudo
Photo by Dominik Scythe / Unsplash

Hoy te quiero hablar de las "cuestiones fronterizas", un asunto importante para adquirir la perspectiva filosófica. Se trata de aquellos aspectos del conocimiento en que la ciencia se topa con la filosofía. Desde la perspectiva opuesta quiere decir que el conocimiento de la realidad no se agota en la ciencia, sino que exige la especulación filosófica para completarse.

Las ciencias que más desarrollo tuvieron en el siglo pasado y donde resurgieron fuertemente las cuestiones fronterizas fueron la cosmología y la biología. En ambos casos, dichas cuestiones se plantean a propósito del origen del universo y el hombre, donde son limítrofes con la metafísica y la antropología filosófica. Lamentablemente no todos los científicos están informados de este asunto y algunos terminan haciendo filosofía sin darse cuenta, vendiendo por ciencia lo que es pura especulación.

Más que reconocer la propia ignorancia, es más fácil decir que prácticamente todo está demostrado y que tu rol al recibir la información de la boca de los científicos es aceptarla ciegamente luego de levantarte de la reverencia y decir amén. Por eso, si esta confusión sofística no tuviera tanto impulso totalitario, no sería necesario detenerse. (Creo que puedes ver dicho impulso cuando las verdades supuestamente científicas intentan imponerse por coerción estatal, leyes penales o por funa masiva, por no comulgar con el consenso de la mayoría). Dado que la mentalidad totalitaria crece con fuerza en nuestro tiempo, considero que vale la pena ponerlas al descubierto.

En la biología, la cuestión fronteriza más importante es el origen del hombre, ya que su misma existencia es paradójica en la medida en que es un animal peculiar. Algunos biólogos del siglo pasado redescubrieron la vieja cuestión de la inespecialización orgánica del hombre en comparación con el resto de los animales. En palabras del pensador español, Leopoldo J. Prieto: "ha sido mérito de los filósofos haberse percatado antes que los científicos de las características de la inespecialización orgánica típica del ser humano" (2017, p. 195). Lo que destaca el autor es que ciencia y filosofía coinciden en un punto fundamental de la antropología, no la actitud infantil de decir "yo lo vi primero".

Uno de los rasgos de esta inespecialización es el sugerente concepto del mono desnudo propuesto por el biólogo británico Desmond Morris (1928-): "hay ciento noventa y tres especies vivientes de simios y monos. Ciento noventa y dos de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo Sapiens" (citado por Leopoldo Prieto, p. 53). Nunca se me había ocurrido mirar mi propio cuerpo y darme cuenta de que no se requiere ningún estudio científico para comprobar que, a diferencia de los monos de los que tanto dicen que desciendo, no tengo el cuerpo cubierto por una alfombra de pelo. La desnudez del hombre es un hecho evidente que ha de ser explicado; no el resultado de una investigación científica. ¡Gran revelación!

El cuerpo del hombre carece de la protección contra el calor y el frío con que la naturaleza provee a las demás especies. No obstante, el hecho de que pueda vivir en cualquier ambiente es posible, precisamente, porque por su biología no está predeterminado a vivir en ninguno. A fin de cuentas, su cuerpo desnudo es signo de una miseria biológica. Pero, gracias a una especial característica suya, la técnica, el hombre puede confeccionar instrumentos y modificar la naturaleza. Por ejemplo, tengo la fortuna de vivir en la selva de Centro América entre mucha naturaleza virgen, y siempre pienso que el hombre no está hecho para vivir en este ambiente por la gran cantidad de amenazas hostiles que habitan entre los árboles, al mismo tiempo en que podría vivir acá tanto como en Alaska cerca del ártico.

Por esta falta de determinación biológica, la relación del hombre con el medio no es de adaptación sino de modificación. No tiene alas, pero construye aviones; se ve ridículo si intenta sumergirse como un delfín, al que opaca con los submarinos; se congelaría en el ambiente del oso polar, pero construye bases permanentes para conocer la realidad de ese ambiente (de hecho, aprovecha de estudiar al oso polar y sacarle fotos a la deriva en un iceberg para mostrar como su ambiente se deteriora).

La desnudez del cuerpo humano muestra que el hombre no está restringido a ningún aspecto de la realidad (por eso puede estar en todos, incluso en marte o en mundos imaginarios). Pareciera, entonces, que lo distintivo del hombre no es tanto su cuerpo desnudo, como su razón. Pero, "el animal racional de antaño -se queja Prieto- ha sido degradado a la condición de simple simio lampiño". Y de esto es lo que algunos te van a intentar convencer: de que la asombrosa excepción biológica no dice nada del ser que la ostenta; de que no hay diferencia esencial entre hombre y mono, sino tan sólo adaptativa.

Sea como sea, la cuestión fronteriza radica en identificar lo que es presupuesto (una idea concebida y definida antes del estudio empírico de la realidad), de lo que es hipótesis y experimentación. La filosofía se mete ahí donde están los presupuestos, preguntándose cuáles y cuántos son, y por su verdad. Alguien perfectamente educado en las mejores universidades del mundo puede partir de presupuestos falsos. Hay que estar prevenido para ello. Para el caso de la antropología filosófica, el gran presupuesto es el mismo hombre que encarna la figura del investigador (estudia lo que él mismo es).

Como es habitual, ante la pregunta ¿qué es el hombre?, te verás enfrentado a la opción naturalista que lo reduce a un mono especial, pero monito al fin y al cabo, donde la antropología es tan sólo un capítulo de la zoología; o bien, desde la perspectiva filosófica, a comprenderlo como una criatura de otro orden, que no se define por ser mono, sino por ser racional, es decir, por estar abierto a la totalidad de lo real gracias a su inteligencia.

Algunos biólogos, como A. Portmann (1897-1982), reconocen que el estudio del hombre es imposible de llevar a cabo sin una idea preconcebida de lo que es; es decir, libre de todo presupuesto. Cualquier estudio científico buscará a tientas si desconoce lo que ha de buscar. Lo que quiere decir (quería terminar con mis propias palabras, pero Leopoldo J. Prieto es un pensador extraordinario) que: "privada de una forma de racionalidad no experimental-cuantitativa, sino filosófica, la antropología es un proyecto inviable. En el hombre es más lo que no se ve que lo que se ve" (p. 38). Para pensársela, ¿no?

Licencia Creative Commons


Esta obra está bajo Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.