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Y era sólo una leyenda urbana...

En la entrega de hoy te comparto un artículo para meditar sobre un asunto muy importante. Se hizo viral el 2022, porque se puso a prueba la hipótesis de que la depresión se debía a un desbalance en los niveles de serotonina en el cerebro.

En una revisión de la literatura de los últimos 30 años, los autores no pudieron determinar una causalidad directa entre el desbalance químico cerebral con el trastorno anímico que se conoce como depresión. Acá una muestra:

El análisis sugiere que, a pesar de las protestas en contrario, la profesión tiene cierta responsabilidad por la propagación de una teoría que tiene poco apoyo empírico y la prescripción masiva de antidepresivos que ha inspirado" (Benjamin Ang, et.al. 2022)

Pero, ¿cómo puede ser eso? ¿No que estaba científicamente demostrado?

Al menos eso decían.

El estudio causó revuelo, porque contraviene esa arraigada creencia popular en la que se apoya la masiva prescripción de fármacos para tratarla.

“Nuestra opinión es que a los pacientes no se les debe decir que la depresión es causada por un nivel bajo de serotonina o por un desequilibrio químico, y no se les debe hacer creer que los antidepresivos funcionan al atacar estas anomalías no comprobadas”

Comenta Joanna Moncrieff, una de los autores de la investigación, psiquiatra y docente del University College of London.

Como era de esperar, sin demora se vino la objeción en una breve comunicación (por si quieres profundizar, en este enlace se encuentra el artículo y su respuesta).

Los críticos apuntaron a que el estudio comete la falacia conocida como 'hombre de paja', donde se critica una posición que no era defendida por la contraparte.

De forma esquemática: el estudio ataca la teoría de que la depresión se origina en un desbalance químico en el cerebro, y los críticos dicen que eso nunca fue defendido por nadie, al menos en la tradición psiquiátrica de Estados Unidos.

El intento de vincular la psiquiatría académica, o la “psiquiatría” como profesión, con una “teoría del desequilibrio químico” generalizada y de base causal de las enfermedades mentales o los trastornos del estado de ánimo no está respaldado por la evidencia presentada por los autores. (George Dawson et.al, 2022)

Al parecer no era más que una "leyenda urbana", como sostienen los respectivos títulos de cada estudio.

Nunca nadie defendió una teoría del desbalance químico como causante de la depresión.

¡Plop!

¡Efecto Mandela en esteroides!

Al contrario, precisan los críticos, la perspectiva académica siempre sostuvo un concurso multifactorial de influencias, porque nunca se ha podido determinar una causalidad 1:1.

En mi opinión, la sola discusión abre una caja de pandora con respecto a la dolencia del siglo que en ocasiones muy graves termina en el suicidio.

Me pregunto, entonces:

  • ¿por qué no se le comunicó debidamente al gran público que no existe tal teoría del desbalance químico?
  • ¿De qué manera está justificada la práctica médica de la prescripción de antidepresivos en vista de que no hay evidencia contundente para hacerlo?
  • ¿Qué tratan y cómo operan dichos fármacos, si la causa de la depresión no es un desbalance químico?
  • Si no hay una razón suficiente para tomarlos como medicamentos que tratan la causa de la enfermedad, ¿cuál es la razón para seguir haciéndolo?
  • ¿No conviene acaso llamar a tales medicamentos como lo que son: drogas, como cualquier otra?

Los defensores de la prescripción se justifican ante el estudio en que, al margen de la falta de correlación fisiología cerebral/depresión, las drogas 'terapéuticas' mejoran la situación vital de las personas aquejadas por esta dolencia. Es decir, aunque no traten la causa de fondo, los antidepresivos permiten sobrellevar la enfermedad. Legítimo.

¿Pero no serán estas drogas tan solo un medio para silenciar la dolencia, al modo de un anestésico anímico como el soma de Un Mundo Feliz?

Sin embargo, quizás la filosofía aún tenga algo que decir al respecto. Por un lado, la ignorancia de las causas de la depresión permitiría relacionarla con la pregunta por el sentido de la vida y el lugar que la muerte tiene en ella. Albert Camus, por ejemplo, arranca una de sus obras con estas palabras:

"No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio"

Este escritor destaca las consecuencias existenciales de una vida absurda, sinsentido que se refleja en el mito de Sísifo.

Quizás en algunos casos los antidepresivos impiden profundizar en la dimensión existencial del sufrimiento como oportunidad para reconducir la propia vida. Sentirse bien cuando uno debería sentirse mal, anula toda posibilidad de reflexión y aprendizaje. Nunca está demás recordar que una vida sin auto-examen no vale la pena ser vivida (Platón).

El otro aspecto en que puede contribuir la filosofía es que, al liberarla del monopolio del estudio psiquiátrico, el modo de enfocarla permite una crítica al orden social y cómo eso impacta en la construcción de un proyecto personal.

Pues, si la depresión sólo se tratara de un desbalance químico en el cerebro, bastaría con contrarrestarlo con otros químicos, y mantener el resto de las circunstancias vitales y sociales tal como están. Así, la visión cientificista de esta enfermedad acalla y excluye cualquier crítica al sistema político vigente.

Y, a diferencia de la perspectiva médica que la concibe en clave salud-enfermedad, desde la filosófica clásica, la depresión se comprende en clave personal, como un mal interior percibido por la persona. Por eso un término más apropiado es sufrimiento, que describe una dolencia de la persona toda, no de alguna de sus partes; no se reduce, por tanto, a su estado de ánimo.

Para la tradición filosófica, esa que ya no se enseña, la persona humana es el ser más sublime y perfecto que existe en la naturaleza, cuya existencia consiste en conquistar (por el intelecto) y manifestar (por el amor) su manera única de ser.

No me parece extraño, entonces, que si un sistema social anula esas posibilidades personales de sentido, exista una especie de contracción del horizonte vital que causa un dolor que sólo comprenden quienes lo han padecido.

El dolor personal, que convoca lo más íntimo del ser y que por eso mismo incide en todas las dimensiones exteriores de la vida, sería el efecto de la percepción de un mal, de algo que falta a la persona.

¿Será que este fenómeno, reciente en la historia, de la ausencia de un sentido vital y de trascendencia genere una vacío difícil de soportar para quien es más consciente de dicha falta?

El debate está abierto, pero ya me imagino a quiénes no les interesa que se discuta.

(Una pista: empieza con P- y termina en IZER).

¡Buena lectura!

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