La filosofía no andaba muerta
A Stephen Hawking no se le movió ni un dedo cuando afirmó ante los ejecutivos de Google que la filosofía estaba muerta. No dijo que estaba muriendo, dando a entender que va de capa caída en la actualidad, tampoco advirtió que, si seguía con sus malas prácticas, iba a morir. Nada de eso. Prefierió decir que ya había estirado la pata y que sólo podemos asistir a sus exequias.
Y yo acá, después de ocho insufribles años de doctorado y veinte de filosofía a la vena, aprestándome a escribir el artículo inaugural de Filósofo(.com), ni me había enterado de que había muerto. ¿De qué voy a escribir ahora? ¿A qué le he dedicado todos estos años de mi vida?
Cabizbajo después de haberme enterado, me parecieron sospechosas las circunstancias de su muerte, así que me las dí de detective, armado con una pipa y un cuaderno de notas, y me propuse investigar el caso; no vaya a ser de esos en que el difunto aparece días después aduciendo que había sido raptado por los extraterrestes y su muerte era tan sólo un encubrimiento de algo más sórdido.
I
Que el crimen se haya perpretado en las oficinas centrales de Google, el enemigo natural del filósofo, es una sospechosa coincidencia. A un muerto no se lo mata dos veces. Después de revisar la escena del crimen me di cuenta de que la filosofía había sobrevivido a esa primera estocada. Me contaron que agonizaba sangrante, pero disimulaba con el ojo entreabierto y las manos sobre la herida, esperando a que el asesino se fuera para poder arrastrarse a un lugar seguro y recuperarse. Y lo sé, porque el Sr. Hawking tuvo que volver para rematarla, dándole una segunda estocada sin escribir su epitafio ni lavarse las manos. La declara muerta de nuevo con las mismas palabras unos años después en su libro de divulgación El gran diseño (2010):
“¿Cómo podemos comprender el mundo en que nos hallamos? ¿Cómo se comporta el universo? ¿Cuál es la naturaleza de la realidad? ¿De dónde viene todo lo que nos rodea? ¿Necesitó el universo un Creador?…Tradicionalmente, ésas son cuestiones para la filosofía, pero la filosofía ha muerto. La filosofía no se ha mantenido al corriente de los desarrollos modernos de la ciencia, en particular de la física. Los científicos se han convertido en los portadores de la antorcha del descubrimiento en nuestra búsqueda de conocimiento”
El Sr. Hawking era el sicario perfecto del que nadie se habría atrevido a desconfiar, porque mantuvo una relación cordial con la difunta que lo convierte en el principal sospechoso de haber sido el autor material del delito.
Encontré la evidencia en su libro El universo en una cáscara de nuez (2001), donde se declara seguidor de una determinada filosofía para comprender su propio quehacer:
“Cualquier teoría científica seria…-dice el Sr. Hawking- debería en mi opinión estar basada en la forma más operativa de filosofía de la ciencia: la perspectiva positivista propuesta por Karl Popper y otros. Según esta forma de pensar, una teoría científica es un modelo matemático que describe y codifica las observaciones que realizamos” (cap.2)
¡Vaya sorpresa! Dice que una teoría científica seria tiene que basarse en el positivismo y más encima cita a Carlitos Popper. ¿Qué le pasó a este hombre que, después de abrazar una cierta filosofía, termina declarando muerta a toda la disciplina y, no contento con eso, alegando públicamente que conoce la causa de muerte? Ciertamente este hombre es un insider. El cambio de actitud lo incrimina. Pasó de tener una relación de amistad a declarar su muerte, dando a conocer la causa de muerte antes de que los peritos pudieran investigar el caso.
Pero no es tan preocupante. Gracias a la historia sé que la filosofía ha sobrevivido a todos sus verdugos, aunque los del presente son más agresivos que los del pasado. Puede que, como decía Vico-C (el artista urbano autoproclamado El filósofo), la filosofía ya salió de su tumba para contratacar con lo que aprendió de sus enemigos, como el Conde de Montecristo, estudiando sus debilidades para derribarlos uno por uno. Volverá a reclamar lo que es suyo.
II
Está a la vista de todos que el vocero de la ciencia es el sicario de la filosofía. La quiso matar, porque deseaba apropiarse ilegítimamente de su patrimonio: el físico quería quedarse con las preguntas últimas, las fundamentales, más allá de las que no cabe preguntarse nada más. El tópico intemporal de la pelea por la herencia: la maltrecha filosofía parece esa tía viuda muy rica que, en el mejor de los casos, los sobrinos lejanos esperan que se muera pronto, y en el peor, intentan apurar su muerte. Es un tema de paciencia. En esta situación, el patrimonio de la filosofía será herededado por quien más reclama. Esta vez no son sus sobrinos, sino su hija, la ciencia moderna.
El Sr. Hawking se incrimina solo cuando decide de manera autoritaria quién ocupará el espacio intelectual que ha quedado vacante. No sólo les entregó la herencia sino que les encomienda su resguardo cuando les dice a los científicos que serán los únicos capaces de llegar al conocimiento. Ciertamente tiene intereses creados; necesita que muera para desarrollar su proyecto.
¿Será que el Sr. Hawking le agarró odio a toda la disciplina, porque un filósofo que era de su agrado le aguó la fiesta? Su antiguo camarada, Karl Popper, le dejó en claro que hay algunos temas que naturalmente escapan a los científicos y que es mejor dejarlos tranquilos: “la ciencia no hace afirmaciones sobre las preguntas últimas -sobre los acertijos de la existencia o del destino del hombre en el mundo-. Esto se ha comprendido usualmente bien. Pero algunos grandes científicos, y algunos no tanto, han comprendido mal la situación” (Popper 1978: 342). He aquí un buen motivo para sospechar que algunos la quieren fuera del mapa.
III
La filosofía pudo sobrevivir a las dos estocadas que le infligió el Sr. Hawking, porque formular e intentar responder las preguntas últimas es inevitable. El astrofísico encuentra que vale la pena conservar ese tipo de preguntas para responderlas por medio de "los descubrimientos y los progresos teóricos recientes, que nos conducen a una nueva imagen del universo y de nuestro lugar en él" (El gran diseño, 2015:4).
Cosmología a la filosófica.
Es decir, los descubrimientos de la física, pasados y venideros, permitirán resolver de una vez por todas los acertijos existenciales ante el silencio de los filósofos desempleados. Y esta es la empresa que acomete en su obra de divulgación científica: el libro del Sr. Hawking está inundado de preguntas filosóficas.
El primer capítulo se titula El misterio del ser.
A ver, ¿cómo se llama el libro del olvidado filósofo Gabriel Marcel?
El misterio del ser, ¡de 1950!
Da como para sospechar del divulgador en vista de la falta de cortesía intelectual que muestra: ni una sola cita, referencia, o mención a esta obra que lo antecede directamente en el tema. Pero sabemos que no podía hacerlo, porque sus intenciones eran otras. Qué saben esos filósofos del misterio del ser.
Un poco más adelante se encuentra el tercer capítulo titulado ¿Qué es la realidad?
Este tema conecta al Sr. Hawking directamente con la tradición de Platón y Aristóteles, porque es la pregunta filosófica por excelencia, la que se han hecho y seguirán haciendo por siempre los filósofos, aunque estén arruinados. Es sospechoso, por cierto, que no se tome la molestia de citarlos en relación con el tema planteado en la pregunta, sino que los menciona vagamente a propósito de la evolución de algunas ideas de la física para mostrar cómo se encuentran superados. Un golpe bajo.
IV
Al final del primer capítulo se encuentra consumada su intención de apropiarse del patrimonio filosófico:
“Para comprender el universo al nivel más profundo, necesitamos saber no tan sólo cómo se comporta el universo, sino también por qué. ¿Por qué hay algo en lugar de no haber nada? ¿Por qué existimos? ¿Por qué este conjunto particular de leyes y no otro? Esta es la cuestión última de la vida, el universo y el Todo.” (Cap 1)
Fíjate cómo el hombre prepara el terreno para cometer el crímen ahí donde dice que, para comprender mejor el universo, es necesario saber el por qué y el cómo. En este punto exacto da el salto de la física hacia la filosofía. Mira bien las preguntas que se hace a continuación:
- ¿Por qué hay algo en lugar de no haber nada?
- ¿Por qué existimos?
- ¿Por qué este conjunto particular de leyes y no otro?
Cualquiera con un sano sentido común tendría que preguntarse qué hacen esta preguntas en un texto de física. ¿Te parece que son preguntas que se debe plantear un físico?
Se trató de un crimen premeditado, porque antes había dicho que “la prioridad de los antiguos [estaba] en averiguar porqué la naturaleza se comporta como lo hace en lugar de cómo lo hace”(cap. 2). Es decir, el Sr. Hawking critica la filosofía antigua por haberse concentrado en el por qué de la Naturaleza en vez del cómo, para reintroducirlo en la nueva comprensión del universo que promete la Cosmología contemporánea. Otro golpe bajo.
Si a estas alturas estás pensando “¿Qué sabe un pobre filósofo que no lo lee ni su abuela de estas cosas?”, vamos por buen camino. Porque de algún modo intuyes bien que existe una intromisión injustificada de una disciplina en otra. No dudas en pensar que soy un ignorante que opina de física. Pero, ¿por qué no admitir que se da el mismo caso al revés, que el Sr. Hawking entra como ignorante en los temas filosóficos? ¿Se borra acaso el carácter filosófico de las preguntas sólo con omitir que se insertan en la tradición especulativa llamada filosofía?
V
Según el principal sospechoso, la filosofía murió desangrada en su propio aislamiento intelectual por no estar al tanto de los descubrimientos científicos del último siglo. Para que tenga sentido esta acusación, cuando el Sr. Hawking dice “filosofía” en realidad quiere decir “Todos los filósofos”, porque si no se está refiriendo a todos, habría que admitir que existe al menos uno que se escapa de la crítica.
¿Qué pasaría si existiera, en efecto, ese filósofo ducho en la cosmología del último siglo?¿Debería llegaría acaso a las mismas conclusiones del Sr. Hawking por necesidad? ¿O es posible que llegue a conclusiones distintas a partir de los mismos conocimientos? Sea como sea, habría sido bastante más sencillo que, en vez de declararla muerta, se le hubiese ofrecido gentilmente a los filósofos un curso en estas materias para iniciados.
Pero la intención real tras esta acusación es que la filosofía llegue a las mismas conclusiones que la física bajo amenaza de ser enviada a la horca si no lo hace. Filosofía sin filósofos, nada más.
Y ese es el movimiento sospechoso.
¿Por qué un físico le pide eso a la filosofía? ¿Qué premisas de la física lo llevan a semejante petición? ¿Acaso no se puede el caso contrario? ¿Por qué habrían de estar más actualizados de física los filósofos que los físicos sobre moda o psicología? ¿Es una razón suficiente como para declarar muerta a una disciplina el que no esté actualizada en los descubrimientos de otra?
El magnicidio intentado por el Sr. Hawking responde al mandato totalitario de que la filosofía debe ajustarse al razonamiento de la física para tener legitimidad. (A pesar de que nada hay en la física que permita llegar a esa conclusión). Ha quedado así amenazada de muerte: si no lo hace y desobece, la filosofía será enviada a matar por sicarios intelectuales. Parece que el Sr. Hawking no se ha enterado de que la filosofía jamás cederá su noble quehacer ante amenazas de muerte. Prefiere morir por la verdad, como lo hizo Sócrates (la escena representada en la pintura de la portada).
Epílogo
Si los autores intelectuales del delito hubieran estado convencidos de que la filosofía estaba bien muerta, ¿no habría sido más coherente eliminar totalmente las preguntas? Una filosofía realmente muerta debiese haber sido sepultada con el glorioso patrimonio de sus preguntas, anulando los conceptos contenidos en ellas para borrar de la memoria la posibilidad de maravillarse ante el simple hecho de existir. Deberían haberla enterrado como a los faraones egipcios y no haber saqueado su tumba luego de su muerte.
Pero el Sr. Hawking no es el responsable principal sino que es tan sólo un portavoz, entre muchos otros, de una corriente de pensamiento que se extiende en la actualidad: el Cientificismo y, su padre, el Naturalismo; los autores intelectuales del crimen. La idea central que defienden es que no se reconoce objeto alguno fuera de los que estudian las ciencias naturales y de esta manera no admite ningún dominio para la filosofía que no sea alcanzable por dichas ciencias. No es que el Naturalismo quiera convivir en armonía con la filosofía, sino que busca eliminarla por principio. Al revés no sucede lo mismo. Las ciencias son buenas, pero tienen límites (y esto es lo que no les gusta oír a los cientificistas).
De esta manera, los matones detrás del Sr. Hawking necesitan que la filosofía muera para desarrollar su proyecto que busca instaurar por la fuerza una determinada manera de pensar. Lograr la coherencia total con esta perspectiva habría sido decir que la filosofía muere con sus preguntas. ¿O es que se dieron cuenta de que sencillamente no se puede eliminar, sino que se trata de una actividad inevitable para el hombre? Lo más interesante de todo, es que la muerte de la filosofía es un tema filosófico en sí mismo (que exploraremos oportunamente en el sitio).
Así, la tesis de que la filosofía es incapaz de responder a sus propias preguntas por no estar actualizada en la física, me parece una declaración de principios camuflada de ciencia para ganar la adhesión del gran público a favor de una cierta manera de pensar (la cientificista). De lo contrario, ¿qué descubrimiento cosmológico permite llegar a semejante conclusión?
Este caso ha descubierto que nos ha tocado filosofar bajo una amenaza totalitaria de muerte: o te ajustas al cientificismo o mueres. Esa es la situación de la filosofía en la era del nihilismo tecnológico. Si bien no me preocupo mayormente, porque siempre sale ilesa de los intentos de liquidarla, las diversas formas de cientificismo o positivismo constituyen una amenaza real que asfixia el quehacer filosófico al reducirle sus posibilidades especulativas.
Pero hay que dar batalla haciendo buena filosofía.
Un buen comienzo es preguntarse si hay preguntas exclusivamente filosóficas, como la pregunta por el ser, y si los descubrimientos de la física son capaces por sí mismos de resolver dichas preguntas en lo que tienen de propio sin anularlas, detallando bien cómo han de hacerlo.
La filosofía andaba de parranda, ya sabemos cómo sobrevivió al famoso sicario.
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