El carpintero filósofo

Hoy quise escribir acerca del personaje del cual no se puede hablar de manera neutra, de quien, dicho en positivo, siempre fue, es y será controversial: Jesús el Nazareno. Ya sea que te hayas enojado, sorprendido o alegrado por su presencia en un escrito de filosofía, quizás te interesaría saber que en ciertas comunidades de la Antigüedad Jesús fue considerado como el mayor filósofo; por cierto, se trata de una manera ya olvidada de acercarse a su ministerio y quizás no sería desatinado refrescarla en los tiempos que vivimos.

En la moderna Siria encontraron, poco después de la Primera Guerra Mundial, una ciudadela cristiana del siglo III llamada Dura Europos, donde dormía la representación más antigua de los milagros: Jesús sanando al paralítico (foto de la portada). Más que un templo, se trataba de una casa acondicionada para el culto con el fin de protegerse de las persecuciones sasánidas. La construcción permaneció intacta hasta nuestros días.

Quizás por este motivo a los filósofos les encanta escribir sobre Cristo, los atrae como ninguna otra cuestión.

Sus paredes contenían pinturas que describían a Jesús como el buen pastor, el gran médico, el caminante de las aguas y también como filósofo. De hecho, un autor notó el detalle de que en la imagen va vestido con el atuendo típico de un filósofo antiguo, con su corte de pelo característico y su postura clásica de enseñanza. Bajo este aspecto de filósofo se lo representa haciendo milagros, enseñando y sanando (Johnatan Pennington, 2020, p. 5). De esta manera, los creyentes de Dura Europos fueron tan sólo una muestra de esa perdida creencia antigua en Jesús. Quizás por este motivo a los filósofos les encanta escribir sobre Cristo, los atrae como ninguna otra cuestión.

Antes de que dejes de leer, quisiera pedirte que consideraras que Jesús fuese realmente Dios, al menos como ejercicio intelectual. Déjame aclarar también que lo que defiende la religión cristiana no es la existencia de Dios, que ya los filósofos paganos hablaron de un Dios concebido como pura energía autocontenida que era principio del Universo, sino que lo propio del credo cristiano es la Encarnación de ese mismo Dios, cosa que excede cualquier afán humano de comprensión en la misma medida en que exige la fe.

Así que por un momento piensa que esto fuera verdad. ¿Ese Dios hecho hombre, cuando habitó entre nosotros, podría no haber sido filósofo?

Me parece interesante preguntárselo, porque el Dios Encarnado no excluye nada de la naturaleza propia del hombre, a la que no busca suprimir o reducir, sino más bien enaltecer y elevar a la participación de la vida sobrenatural. Y no hay nada más natural en el hombre que el deseo irrefrenable de saber, como dijera Aristóteles al comienzo de la Metafísica. Dicho de otra manera: la filosofía es la consumación de esa sed natural de conocimiento que hace del hombre un ser existencialmente inquieto.

A veces cuando leo estas sentencias me pregunto si la filosofía ya no es posible después de la venida de Cristo.

Por eso el Dios Encarnado se pudo haber eximido de todas las profesiones menos de la filosofía, que acaso no alcanza el estatuto de una profesión. Puedes verlo en que de alguna manera todos somos filósofos; pues la mayoría de la gente, más allá de su profesión u ocupación, tienden a una cierta filosofía personal, a perseguir un saber unitario sobre la realidad que les permita dar sentido a su vida. En cierto sentido las profesiones son complementos técnicos de la vida moral, donde se juega lo propiamente humano. De esta manera, Jesús el Nazareno, a la vez que carpintero, era un filósofo.

¿Y cuál era su doctrina?

Hay una lección que los filósofos deberían tomarse muy en serio. En el Evangelio de San Juan dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14:6). A veces, cuando leo estas sentencias evangélicas tiemblo entero y me pregunto si la filosofía ya no es posible después de la venida de Cristo. Observa como no dice que es un camino más junto Buda u otros maestros iluminados o profetas, sino que solo Él se autoproclama el camino, ¿hacia dónde? Pues hacia Dios mismo.

Después dice que es la Verdad misma, la verdad hecha persona y ya no un concepto abstracto como lo era para los filósofos paganos. En otro lugar, dice: "Yo soy la vid verdadera"(Jn 8:12). Me pregunto si los escépticos al negar que existe la verdad absoluta, o cuando algunos vivarachos te piden que les muestes La Verdad, así con mayúsculas, no estarán negando de fondo esta posibilidad.

Finalmente, cuando afirma que Él es la vida está siendo congruente con la aspiración de la filosofía en la Antigüedad donde la doctrina estaba al servicio de la configuración de un cierto modo de vivir.

Para concluir, te dejo lo que según Tomás de Aquino, doctor común de la Iglesia Católica, es el núcleo irreductible de la enseñanza de Cristo:

“El fin principal de la religión cristiana consiste en desprender a los hombres de las cosas terrenas y hacerlos estar atentos a las espirituales” (Contra doctrinam retrahentium a religione, 1).

¿Debemos considerar estas palabras cómo filosofía? ¿Existe una razón para excluirlas? ¿Por qué tomarlas menos en serio que, por ejemplo, los escritos posmodernos o algunos filósofos que son bastante menos coherentes?

En suma, la enseñanza del filósofo nazareno consiste en despreciar las cosas terrenas y desear las espirituales, todo lo contrario a lo que requiere un sistema de producción capitalista. ¿Será por eso que molesta tanto la enseñanza de Cristo en nuestro tiempo? En este sentido, la filosofía verdadera corre la misma suerte, puesto que en esta manera de concebir la vida económica el tiempo libre no puede emplearse en actividades improductivas, sino que ha de dedicarse al consumo o la productividad, los dos mandamientos del nuevo evangelio.


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